Publica La Jornada BC – Casa del Jardin

http://jornadabc.mx/tijuana/06-04-2015/la-casa-del-jardin-reconstruyendo-suenos-y-vidas

El decálogo para una nueva vida y convivencia. Foto Roberto Armocida

POR

ROBERTO ARMOCIDA

Tijuana, 6 de abril.- Ésta no quiere ser una historia de explotación sexual, de trata de personas, de abusos contra menores, sino una historia de esperanza y de amor; la historia de ocho niñas que lograron sobrevivir a los horrores de sus verdugos y ahora luchan por su libertad.

El escenario de esta historia es La Casa del Jardín, un refugio para niñas y adolescentes víctimas de abusos, de explotación sexual, de violencia doméstica, física y psicológica, ubicado al sur de Tijuana, cerca de la costa.

Las ocho protagonistas de esta historia ahí viven, bajo el custodio legal y la protección de la Red Binacional de Corazones, una asociación que opera desde 2011 entre San Diego y Baja California.

La Casa del Jardín es uno de los cuatro refugios de este tipo que operan en México, y que por primera vez permitió el ingreso de la prensa.

La asociación, explica la directora Alma Tucker, colabora de la mano con la Procuraduría General de Justicia del Estado, con la Procuraduría de la Defensa del Menor, con los DIF estatal y municipal, así como con universidades y otras organizaciones.

“Estas alianzas fortalecen nuestra labor. La realidad de las niñas violadas o explotadas sexualmente es triste y dura, pero no estamos solos en esta lucha”, afirma.

Es una mañana de sol, cerca del mar, las niñas huéspedes de este refugio están en casa, reunidas en el salón de clases. Hay voces, risas, manos que aplauden y plumas que escriben y colorean.

La construcción de dos pisos está rodeada por un jardín de palmas y árboles que empiezan a florecer. En la planta baja, una amplia cocina, una sala con computadoras, un salón con sillones y un gato. Arriba, los dormitorios de las niñas, un espacio común para estudiar, dibujar y hacer actividades; además de los baños, los libros y los vestidos.

Por todos lados hay peluches, osos de todo tamaño y tipo, uno espera ser lavado por encima de una lavadora. Lo acaban de rescatar de la calle.

La sensación es de entrar en una verdadera casa, un hogar acogedor y seguro, lejos de una realidad que destrozó en parte o por completo la infancia y adolescencia de las pequeñas que aquí se hospedan.

En esta casa las niñas reciben apoyo por parte de profesionales y voluntarios, quienes les brindan protección, asistencia médica y psicológica y defensa legal.

Sin embargo, lo más importante lo reciben y lo comparten entre ellas, aprendiendo a creer en sí mismas, construyendo un presente opuesto a la violencia y la explotación.

Por debajo de una escalera que conduce al piso superior un letrero dicta las reglas de la casa, que en realidad son el decálogo de la nueva vida y del largo e importante camino que las niñas están cumpliendo día tras día. “Eres alguien muy importante: quiérete”, indica el primer punto en el letrero. Quizá lo más difícil de lograr y no casualmente puesto como el primero de los nuevos mandamientos. Todas comparten historias muy duras, de abusos continuos, de maltratos, de violencia verbal, física y sexual, explica María Irene Mariscal, la psicóloga que atiende diariamente a las huéspedes de la casa.

“A diario enfrentan crisis de ansiedad, de aislamiento, de tristeza, de incapacidad de controlar sus emociones y su ira”, explica, remarcando que gran parte de su trabajo consiste en lograr que las víctimas acepten lo sucedido y puedan mirar hacia adelante sin sentidos de culpa y aprendiendo a valorarse por sí solas.

Una de las niñas que ahí vive ha sido violada de forma continua desde los cuatro años. Ahora tiene casi 16, pero su crecimiento mental se ha retrasado a raíz del trauma sufrido.

No es necesario conocer los nombres y menos reportarlos. No es importante relatar los detalles de cada una de las dramáticas historias de las ocho niñas que se refugian en la Casa del Jardín, pero su lucha diaria es imponente.

Hoy no es un día como todos los demás. Para muchos afuera ha sido temporada de vacaciones y entre las niñas alguien ha empezado a ventilar la posibilidad de pasar algunas horas en la playa.

Ni hablar. La palabra “playa” se propaga como virus, las sonrisas y la alegría aumentan, la esperanza de correr hacia al mar empieza a tomar cuerpo y forma.

“Apenas tenemos cuatro años de vida, pero estamos muy satisfechos con lo que hemos logrado en este tiempo. No ha sido nada fácil buscar los recursos, el apoyo de las instituciones, pero todo lo que hacemos para las niñas vale cualquier sacrificio”, subraya la directora.

Próximamente tendrán que dejar este inmueble, cuenta Tucker, porque es prestado, por lo que la asociación necesitará comprar un terreno o una casa, quizá acercarse a Tijuana para contar con más voluntarios, y para eso Alma pide apoyo para que quien quiera y pueda sumarse a la causa.

“Esta casa refugio es la prueba tangible que cuando hay voluntad las cosas pueden cambiar”, afirma. Y, no obstante un pasado tan doloroso, éste es el mensaje y el ejemplo más importante que las niñas necesitan recibir en su nueva vida.

“Únicamente con su fuerza, con su vitalidad, con su esperanza, pueden cambiar el curso de su vida”, recuerda María Irene. Contar sobre su fuerza y capacidad significa superar el sufrimiento, añade, porque representa el camino de libertad que les espera, sea como mujeres o como seres humanos.

Ésta no es otra historia de explotación y dolor. Es una historia de esperanza y de libertad; la misma libertad que finalmente podrán vivir las ocho niñas de la Casa del Jardín, tras superar el horror que quería consumir sus vidas.

Es oficial. Hoy es día de playa. Para las niñas correr por las escaleras y prepararse con shorts, playeras y sombreros es cuestión de segundos.

Hay mucha emoción en el aire. Son amigas, expresan en cada gesto la comunión de destinos y vidas que aquí las trajo, y esto se percibe.

Aquí, entre ellas, con el apoyo de personas capacitadas, aprenden a quererse, a caminar y a correr de nuevo, finalmente, libres en el mar.

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